Hoy hace exactamente un año desde que nos
dejaste. Tu cumpleaños fue hace una semana. Hubieras cumplido 30 años. Te faltó
menos de un año para esta fecha. Pero ahora ya no importa, ahora ya no
celebramos tu cumpleaños aquí, en la tierra; sino tu cumpleaños allí, en el
cielo. Y hoy cumples un añito. No voy a llorar por tu muerte, sino felicitarte
por tu nacimiento en el otro mundo. Pronto todos estaremos allí y lo
celebraremos todos juntos. Tendrás una enorme tarta de chocolate y tendrás 30
velitas, las que no pudiste soplar aquí, no te dio tiempo. Sólo quería decirte,
que te recordamos y que nadie jamás podrá sustituirte. Eres una persona única y
siempre lo serás, no importa donde estés, nadie jamás se te parecerá, ni por
asomo. Lo único que me gustaría decirte, es que estés donde estés, no cambies
nunca. La gente, al perder a alguien, suele contar sólo cosas buenas de las
personas que han perdido, como si fueran unos ángeles o unos santos. Nadie lo
es, y a mí me gustaría que no cambiases nunca, que conservaras no sólo tus
virtudes, sino también tus defectos, porque son los que nos hacen especiales,
nos diferencian de los demás, nos cabrean, pero también nos hacen reír. Son los
que más se recuerdan. Sigue así, no cambies nunca y espéranos, que ya nos
veremos y montaremos la mayor fiesta de cumpleaños que jamás se haya visto.
Feliz Cumple, Esther. Hasta siempre.
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